martes, febrero 06, 2018

MECANISMOS

Los números en el rectángulo de vidrio pasan lentos. Muriel está nerviosa. Sabe que después de  estar con Gregorio, debe hacerse el análisis. Que donde hay sexo sin protección, hay posibilidad  de contagio. No encuentra explicación a esa grosería de no responder llamadas. 

Llega a su coche que la espera paciente, se tira sobre el volante y llora. Es insoportable no  recibir respuesta. Un monstruo se retuerce en sus entrañas y aúlla. Es la rabia, la incertidumbre, la  desesperación de no saber por qué no le quiere contestar. Le da vuelta a la llave y hunde el acelerador como si eso la alejara de sí misma. Toda la tarde se la pasa mirando el techo. El teléfono está callado pero por fin los mensajes en el watsapp se suceden los días siguientes. 

“Acabo de mandarte por mensajería una pequeña pieza de artesanía que hice para ti. Es  para agradecer tu beso y que hayas compartido conmigo una cosa tan personal como tus recuerdos de infancia. Es un corazón de vidrio sobre cama de zirconias, terciopelo y flores de lavanda de mi jardín. Espero que te agrade”. 

“Gracias por lo que me mandaste, muy lindo. Te mando un gran abrazo”. 

“¿Tu celular está bloqueado? ¿no quieres hablar conmigo? Has sido tan esquivo que no acabo de entender la situación. 

PD. encontré el corazón que te mandé frente a tu balcón, es de cristal. Hay que ponerlo a buen resguardo para que no se rompa de nuevo en pedazos.”. 

“Sí, lo olvidé afuera pero ya lo recogí. Abrazos”. 

“Estoy inmensamente triste. ¿Cómo iba a saber que de tu tacto tan gentil y amoroso habría de generarse tanto dolor? El mar ha hecho nido en mis pecho, soy agua. Cuando me miraste, me estremecí por dentro, como la fronda sacudida por un viento vivo. Así me viste cuando temblando llegué a ti. Moría de miedo y por eso me resistí tanto. Me resistí pero me doblegué. Me tocaste suavemente, me besaste en esa enredadera de luz en medio de la noche y me envolviste en tus brazos y me escondiste del mundo. Muchas mujeres sueñan encontrar un trato como el que me diste. Entonces sucedió lo que tanto miedo tenía: mi armadura cayó y quedé desnuda y con la piel en carne viva”. 

“Te mando un abrazo”. 

“No tengo ni la menor idea de qué manera me querías o para qué. Pero también espero haberte dado algo, aunque sea un pequeño grano de arena que puedas amar, como yo amaré el instante que me diste para amarte. No debo llorar. Tu nombre se quedará guardado en mi corazón”. 

“Te mando un abrazo grande querida Muriel”. 

“Todas las formas agoté y el mar sigue rompiéndose por dentro contra mi piel. Es tu oído al que hablo pero no es tu boca la que contesta. Me duele el pecho. ¿Será que no existes? ¿o será que no existo yo?”. 

“Eres muy creativa. Éxitos. Te mando un abrazo”. 

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