¿Es pues necesario que tu madre agonice en tus brazos, que tus hijos perezcan en un naufragio y que tú mismo pases al lado de la muerte para adquirir por fin el conocimiento de que estás en un mundo incomprensible donde te encuentras para siempre, y en que un Dios que no se ve permanece eternamente solo con sus criaturas? ¿Es pues necesario que tu prometida perezca en un incendio o que desaparezca ante tus ojos en las verdes profundidades del Océano para que vislumbres por un instante que los últimos límites del reino del amor van quizá más allá de las llamas casi invisibles de Mira, de Altair y de la Cabellera de Berenice? Si hubieses abierto los ojos ¿ no hubieras podido ver en un beso lo que hoy observas en una catástrofe? ¿Es necesario que el dolor despierte así a lanzadas los recuerdos divinos que duermen en nuestras almas? El sabio no tiene necesidad de esas sacudidas. Mira una lágrima, el gesto de una virgen, una gota de agua que cae; escucha su pensamiento que pasa, estrecha la mano de un hermano, se acerca a unos labios, con los ojos abiertos y con el alma abierta también. En ello puedes ver sin cesar lo que no vislumbraste más que un instante; y una sonrisa te dará a conocer fácilmente lo que una tempestad y la mano misma de la muerte han debido revelarte.
Maurice Maeterlinck (1867-1949)
Maurice Maeterlinck (1867-1949)
3 comentarios:
Ups.
:(
Ahora tu me quieres hacer llorar, y no me voy a dejar...
Sob.
Como dijera René Franco: sólo las mamás me quieren.
Eso ni es.
oooh. Hubiera sido un buen regalo de parte de mi padre...
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