Doctora Raquel Sosa
Secretaria de Cultura del GDF
C.c.p. Lic Alejandro Encinas, Jefe de Gobierno del DF.
C.c.p. Dra. Amelia Guízar, Contralora Interna de la Sría. de Cultura del GDF
C.c.p. Lic. Luis Enrique Miramontes, Director Administrativo de la Sría de Cultura.
Señora secretaria, la presente es para notificarle mi renuncia con carácter de irrevocable , a partir del 1 de enero del 2006, al cargo de Coordinador de Vinculación Cultural de esta Secretaría de Cultura. Nombramiento hecho por usted el 16 de julio del 2005, a partir de la reestructuración que hizo en esta institución y que implicó mi cambio de nombramiento de Director de Vinculación Cultural a Coordinador.
Los motivos de mi renuncia no se reducen a una leyenda de "por así convenir a mis intereses", pues estoy convencido de que responden más que nada a los suyos. Tienen, mis razones, esencialmente que ver con el agravio personal, con el uso y el abuso de autoridad y con el ejercicio del poder en sus manos que en nada, me parece, enaltecen los principios de una política de cambio y de una administración de gobierno que, más allá de ser o no de izquierda, tiene un compromiso con la defensa y el respeto de los derechos humanos. Me explico:
No comparto el silencio de mis compañeros ante el avasallamiento de que son objeto por parte suya y al obligarlos a realizar tareas que nada tienen que ver con los programas y las funciones de una política cultural, la de usted, que desprecia la inteligencia y el talento de una buena parte de la comunidad artístico-cultural. Allá ellos y su conciencia, allá ellos y su dignidad. Mi renuncia es más que eso, es un reclamo, una defensa de mi integridad ciudadana, de mis derechos como persona y, desde luego, una protesta por el oscurantismo en que hunde usted lo poco que se ha hecho en política cultural.
Usted no sólo se da el lujo de maltratarnos sino además de injuriarnos, como lo hizo en una reunión de directores en el Museo de la Ciudad, en pleno desarrollo de la Quinta Feria del Libro del Zócalo, "La ciudad un libro abierto", que aunque a usted le pese reconocerlo, he coordinado desde su fundación y durante las cinco ediciones –y según parece con éxito-. Allí, usted, en mi ausencia, concretó los exabruptos y descalificaciones que, es cierto, distribuyó democráticamente entre los miembros de su equipo. Pero se regodeó en una parte de sus acusaciones y me puso a mí como ejemplo. Usted afirmó que algunos compañeros se beneficiaban de sus cargos y utilizaban sus puestos para lucrar con ellos. Y claro, mencionó varias veces mi nombre. Sé que un compañero salió en defensa de mi persona y discutió con usted la injusticia que estaba cometiendo conmigo. Yo no digo injusticia, yo la nombro difamación. Para usted, quizá no sean más que palabras, "filípicas" como suele decir, para atemorizar a sus subordinados. Le recuerdo que somos servidores públicos, pagados por los trabajadores de México, como usted, y no siervos de una comunidad feudal. Por eso le comuniqué ese mismo día, en una reunión privada entre usted y yo, la decisión de apartarme de mi cargo, porque usted, sin pruebas y ante un público sumiso y aterrado me calumniaba para, quizá, sentir la adrenalina y el sabor del poder que le concede su puesto.
Usted no puede difamar impunemente a mi persona como lo hizo ante mis compañeros, porque eso demanda una disculpa pública, es decir, al menos ante ese público incondicional que usted utilizó por el hecho de ser sus subordinados. Sólo quiero aclararle que no busqué trabajar para este gobierno, fui invitado por el doctor Enrique Semo, al inicio de su gestión como director del Instituto de Cultura, para colaborar con él en una tarea que aún siento muy gratificante. Yo soy uno de quienes hemos luchamos y anhelamos un cambio de sociedad y de ejercicio del poder.
Usted no tiene ningún derecho a utilizar mi nombre para denigrar a un grupo de compañeros o a mi persona. Nada la hace mejor persona que cualquiera de nosotros. Soy parte de la comunidad de creadores y parte de la comunidad cultural. Mi trayectoria está avalada no por contubernios o maniobras políticas, sino por una obra literaria y por premios y reconocimientos a mi labor intelectual. De eso me siento orgulloso, pero también del prestigio y del cariño que gozo entre mis compañeros y entre las personas a quienes me ha tocado atender como servidor público.
El maltrato no acaba en ese y anteriores episodios. El 21 de noviembre, al finalizar el acto de lanzamiento del tercer volumen de "Para leer de boleto en el Metro", usted me llamó al lugar donde se encontraba rodeada de varias personas para, a voces, recordarme que debía abandonar mis oficinas en unos días más, pues ya tenía usted nombrada a la persona que desempeñaría mis funciones. No me parece que me falta sólo el respeto a mí como funcionario y como ciudadano, como persona, sino que le falta usted el respeto a su investidura de Secretaria de Cultura. Diría que forma es fondo, pero digo más bien formas elementales de convivencia. Al espetarme usted públicamente, banqueteramente, una decisión privada, personal, que derivó de una reunión exclusiva entre usted y yo, vuelve a humillarme y a colocarme ante numerosas personas en una situación denigrante, a situarme en un nivel de vulgaridad y de chisme público. No es en la calle donde usted debe dirimir y resolver asuntos administrativos de una institución que significa, como su nombre lo indica, cultura.
Usted argumentaba que me debía ir porque ya tenía usted el compromiso con mi sustituta --poco le importan mis cinco años de servicio--, tampoco el hecho de que no haya tenido ningún periodo de vacaciones durante todo este año, y que por ley me corresponden. Usted me prometía a cambio darme mi aguinaldo como una concesión. Se le olvida que usted no me da nada, que esa prestación es por ley por el tiempo trabajado durante este año. Usted quiere sumar a los agravios a mis derechos elementales como persona, a mis derechos humanos, agravios laborales. Le recuerdo que usted podrá privarme de mi salario y de mis prestaciones, de mis vacaciones de este año, incluyendo las de este fin de año. Pero de lo que no me puede privar usted es de mi derecho a manifestar mi indignación, mi derecho a exigir respeto, mi derecho a no tenerle miedo, mi derecho a defender públicamente lo que usted pretende negarme como trabajador y como funcionario que lo único que ha hecho es servir a la comunidad de manera honrada y eficaz.
Atentamente
José Ángel Leyva Alvarado
1 comentario:
Esos son ... son ... pantalones y no charrerias...
saludos
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
Pd ¡Ja!, en su cara.
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